viernes, 18 de octubre de 2013

¿CUÁL ES LA FUNCIÓN DEL SUEÑO? - PARTE 2

Por otro lado, también existen desórdenes del sueño muy propios de la sociedad consumista y alienadora en la que vivimos. Ansiedad, pánico, fobias, hipocondrias, sentimientos de culpa, conflictos emocionales, son varias de las razones para que hoy en día gran número de personas tenga dificultades para lograr un sueño adecuado. Y no podía ser de otra forma en una sociedad en la que el consumismo, el culto al dinero, el arribismo, el individualismo, el racismo, la discriminación, la imposición de cánones de belleza absurdos, la banalidad, las relaciones interpersonales superficiales y utilitarias, son el pan de cada día. Un entorno de esa índole es absolutamente deshumanizante, somete al ser humano a una carrera autodestructiva por alcanzar lo material a costa de su vaciedad interna, y genera sufrimientos absurdos por no poder cumplir con el mandato capitalista: bellos, ricos y famosos.

A todo esto se debe agregar el efecto nocivo de los adminículos tecnológicos. Descubrimientos recientes confirman que las ondas eléctricas producidas por la TV, las PC, laptops y tablets, celulares, etc. afectan las ondas cerebrales generando dificultad para conciliar el sueño y mantenerlo.



Influidas por los medios de comunicación, para olvidar sus pesares, preocupaciones y carencias, las personas recurren a paliativos como:
* Atosigamiento de la conciencia a través de visualización compulsiva de la TV.
* Atosigamiento de la conciencia a través de la navegación por internet y el uso de videojuegos.
* Atosigamiento de la conciencia a través de la conexión permanente a las redes sociales (facebook especialmente).
* Autoconvencimiento de que no vale la pena luchar contra esta sociedad injusta y que lo mejor es "acomodarse y aprovechar" o bien "vivir sin molestar ni ser molestado".
* Autoconvencimiento de que "todos hacen lo mismo", entonces uno también tiene ese "derecho".

Además, desde la ciencia se han propuesto paliativos para los desórdenes del sueño: medicamentos, terapias, ejercicios, etc.; pero el tema de fondo no se aborda: una sociedad explotadora, consumista, autodestructiva, adoradora de objetos, que incita en los individuos una serie de angustias y preocupaciones, los cuales alteran el equilibrio que necesitamos para vivir de manera sana y digna.

Frente a esta realidad hay dos caminos:
* Darse por vencido y entregarse a los brazos del capitalismo para sobrevivir malamente con las migajas que nos da a cambio de nuestra esclavitud física y mental (religión, drogas, fama, dinero, consumismo, pornografía, etc.).
* Proponerse un proyecto de vida de veras liberador, que se fije como camino de lucha contra el capitalismo y su influencia nefasta. Este camino de lucha implica organizarse y luchar hombro con hombro junto a otras personas que persigan el mismo objetivo, para así lograr justicia y verdadera democracia.



Objetivos de vida trascendentes y colectivos son los que llenan verdaderamente la existencia y la colman de esa paz interior que es resultado de contribuir decididamente a una causa justa. Tal como lo hicieron los obreros norteamericanos cuando consiguieron el derecho a ocho horas de trabajo, ocho horas de recreación y ocho horas de descanso.

domingo, 6 de octubre de 2013

¿CUÁL ES LA FUNCIÓN DEL SUEÑO? - PARTE 1

El sueño tiene como funciones: regulación de los procesos mentales, ensayo de patrones de conducta genéticos, y clasificación y archivamiento de datos para asimilar los acontecimientos del día (aprendizaje).



Estas son las explicaciones científicas; sin embargo, existen explicaciones no científicas o seudocientíficas acerca de los sueños, de su función y su significado. La creencia popular es que los sueños tienen carácter profético y nos avisan sobre peligros o acontecimientos del futuro. Esta creencia no tiene asidero científico y es parte de la superstición.

Por otro lado, el psicoanálisis considera que los sueños informan sobre nuestro presente no resuelto y sobre nuestros complejos inconscientes, es decir, a través de los sueños expresaríamos tendencias, temores y problemas inconscientes o que nos negamos a aceptar (reprimidos). Sin que esto deje de tener su cuota de verdad, lo cierto es que no podemos absolutizar esta información. Hacerlo equivaldría a aceptar que los sueños son el exacto reflejo de nuestro inconsciente, con lo cual se estaría desconociendo algunas características básicas de los sueños: su ilogicidad y su falta de relación temporal. Asimismo, decir que los sueños solo reflejan nuestro inconsciente es una afirmación incompleta: los sueños cumplen una función de asimilación y de aprendizaje de lo vivido, cosa que es válida para todos los mamíferos. Estos, tales como los gatos y los perros, también sueñan, y sin necesidad de un inconsciente que, supuestamente, se expresa en los sueños.

En la sociedad actual se han incrementado los desórdenes del sueño: insomnio, hipersomnia, sueño insuficiente, etc.

El abuso y la explotación de los trabajadores a través de agotadoras jornadas de trabajo es la razón para que aquellos tengan un sueño insuficiente, es decir, que no puedan dormir las horas necesarias para recuperarse física y psíquicamente. Esto redunda en una disminución de sus capacidades cognitivas y físicas, debiendo sobreexigirse para rendir adecuadamente. Esta sobreexigencia genera, a la larga, envejecimiento prematuro y aparición de diversas enfermedades. Iguales consecuencias afrontan quienes trabajan en dos o más lugares y quienes laboran en horario nocturno. En todos estos casos es evidente que la pobreza y la escasez de recursos son la base material de un sueño insuficiente que, a lo largo del tiempo, va mellando la salud física y psíquica de las personas.

Continuará...



miércoles, 24 de octubre de 2012

El embrujo de la ciencia


Hoy en día, la ciencia es sinónimo de conocimiento objetivo e infalible. Sin embargo, no se considera que en una sociedad de clase, la ciencia también está al servicio de la clase dominante. Esta última utiliza los resultados "objetivos" de la ciencia para orientar nuestras vidas hacia el consumo absurdo y la ganancia, razón de ser de los que nos dominan.  Es así que muchos descubrimientos e inventos científicos no son difundidos ni aplicados porque no son "rentables". Por el contrario, se utilizan aquellos que brindan ingentes ganancias a las transnacionales, así generen daños irreparables a los seres vivos que pueblan nuestro planeta. Urge una transformación en la manera de hacer y utilizar la ciencia; transformación que va de la mano con un cada vez más imperativo cambio social.




Suele decirse que en los siglos XVI y XVII tuvo lugar una revolución liberadora de la humanidad, que dio inicio a la modernidad y de cuyos frutos científicos y democráticos aún vivimos.  Hasta ese momento el hombre se creía centro de un universo finito y desde entonces se sabe que no lo es.  En sus versiones más radicales, la narrativa continúa diciendo que el ser humano es el resultado accidental de procesos materiales accidentales en un universo infinito.  Lejos de estar en el centro, el hombre es una nada en la vastedad de lo real.

Curiosamente, esta revolución prometía revelarle al ser humano su verdadera y muy humilde posición entre las cosas.  Pero lo que en efecto ha hecho es ponerlo nuevamente en el centro, un centro mucho más difícil de desvelar y denunciar.  Uno de los pilares que sustenta este engaño es el mito occidental de la ciencia.



Usamos la palabra "ciencia" y otros términos derivados de ella para conferir autoridad, como mantras.  Pero, ¿qué es la ciencia? Suele pensarse que la ciencia es un cuerpo de conocimientos rigurosamente sustentados en la observación.  Pongamos de lado la cuestión de si y cómo son ciencias las matemáticas.  Preguntemos más bien por la manera en que la experiencia sustenta una creencia.

En muchos casos, nuestras creencias se refieren directamente a la experiencia, como cuando decimos que está rica la manzana o que estamos sentados en una silla leyendo el periódico.  En otros casos, creemos en el resultado de inferencias cuyas premisas se refieren a un conjunto vasto y complejo de observaciones, como cuando creemos que la tierra tiene más de cuatro mil años de existencia.  Como recalcó Wittgenstein, nuestras creencias aluden también a convenciones humanas.  Lo apreciamos al considerar cómo establecemos la verdad de la creencia de que estamos en el Perú: refiriéndonos a lo que dicen otros, directamente o en documentos o en mapas.




En este sentido, muchas de nuestras creencias comunes y corrientes son científicas, como lo eran una buena cantidad de las de nuestros antepasados desde hace miles de años.  Por otro lado, sabemos que buena parte de la física contemporánea no es verificable recurriendo a nuestra experiencia.  Hay muchas maneras, más o menos optimistas, de asimilar el hecho de que durante varios siglos la experiencia sustentó ampliamente la teoría física newtoniana que resultó ser, estrictamente, falsa.  No necesitamos examinarlas.  Baste con indicar que hay poco acuerdo entre los entendidos sobre cuál sea la manera correcta.

Más aún, conforme observamos la materia con mayor cuidado y precisión, lo que vamos descubriendo es cada vez más difícil de entender, al punto de que ya es claro que sabemos poco sobre la naturaleza última de la realidad física.  Lo que hemos descubierto es que a niveles muy, muy pequeños, las estructuras matemáticas que describen y predicen nuestras observaciones son extremadamente complejas y se resisten, hasta donde sabemos, a toda interpretación satisfactoria de qué sea aquello que están revelando.




"Debe abandonarse todo", el influyente ensayo de los distinguidos filósofos de la ciencia británicos James Ladyman y Don Ross, sostiene que, según la ciencia, la realidad consiste en estructuras compuestas de otras estructuras, hasta el infinito, sin llegar nunca a algo que esté estructurado.  La reacción de Ladyman y Ross frente a lo incomprensible de su propuesta es reveladora: ¿por qué suponer que un cerebro primate diseñado para distinguir entre plátanos y camotes sea capaz de comprender las estructuras infinitesimalmente pequeñas de la realidad?

No comulgo con mucho de lo que sostienen estos autores.  Están en lo cierto, sin embargo, cuando reconocen los límites de nuestro conocimiento.  Al hacerlo recuperan una concepción sabia del ser humano, finito y dependiente, sabiduría que ya poseían los antiguos griegos. Sorprende, entonces, que su modestia no los lleve a cuestionar sus supuestos cientificistas y conceder que la realidad trasciende por mucho a nuestra ciencia e incluye mucho más que lo que la física aspira a entender.



Reconocer la verdad y la importancia de la ciencia no requiere aceptar la ideología occidental moderna.  Negar los vastos avances tecnológicos de los últimos siglos es absurdo, como lo es negar que la ciencia sirva para vivir mejor.  Pero nada de esto debe llevarnos a suponer que la ciencia nos revela la totalidad de lo real o que es infalible o que ella puede enseñarnos a vivir bien o que los valores, y en particular la buena vida humana, no son parte de la realidad.

El mito cientificista es un aspecto de una cultura imperial, antropocéntrica y narcisista.  Acumular capitales e invertirlos sabiamente es necesario para darnos niveles de vida materialmente dignos y decentes.  Pero para ello, felizmente, nosotros no tenemos que construir sociedades de consumo de masas, como hicieron los europeos en los últimos siglos.  El desarrollo de nuestro país debe apoyarse en una conversación crítica, abierta y sin término sobre cómo queremos vivir.




No miremos, faltos de originalidad, a las sociedades del primer mundo occidental como si encarnasen la única expresión posible de la buena vida humana, como si el desarrollo consistiera en crear Miamis a la peruana.  Plantearnos explícita y libremente la pregunta sobre lo que sea la buena vida humana y la sociedad justa en la que se despliegue; enfrentarla con imaginación aprovechando nuestra riqueza cultural; romper el embrujo de las ideologías cientificistas y liberales; crear una sociedad auténtica, es decir, nuestra: esos son nuestros retos.


Por Jorge Secada
Tomado de Diario 16 (Lima/Perú), del 19 de setiembre de 2012

sábado, 23 de junio de 2012


Predarwinismo

La evolución es uno de lo más grandes descubrimientos no solo de las ciencias naturales, sino del conocimiento humano en general. Como todo teoría, no fue solamente una persona la que estuvo involucrada en su desarrollo, sino que este se debió a toda una corriente de pensamiento.

Si bien desde los griegos* ya se planteaban explicaciones para la existencia de la extensa variedad de especies que habita nuestro planeta, es a finales del siglo XVII e inicios del siglo XVIII que estas ideas comienzan a proliferar en el ambiente científico. El conjunto de las ideas que prevalecieron durante esta época, hasta antes de la publicación del Origen de las Especies de Darwin en 1859, es conocido como predarwinismo.

Dentro del predarwinismo encontramos básicamente dos corriente: los evolucionistas y los fijistas. Es irónico, pero muchos de los conceptos que hicieron que los evolucionistas triunfaran vinieron justamente del bando contrario.

Antes de continuar con el detalle de estas ideas, cabe señalar que muchos de los fijistas  tenían como conceptos “válidos” citas bíblicas y otros conceptos religiosos. Así que no deberían causar sorpresa sus argumentos.  A lo largo de toda la historia, la religión siempre se ha opuesto al desarrollo de la ciencia, pero  ha puesto especial  énfasis en el tema de la evolución debido a que la cuestiona directamente, pues muestra que el origen de las especies es el producto de un proceso natural y no de la creación divina. La verdad es que hasta hoy, la religión - especialmente la católica - ha sido una de las principales causas por las que, en pleno siglo XXI, la evolución no sea universalmente aceptada y en las escuelas aún se siga hablando de teorías “creacionistas” y “evolucionistas”.

Dentro de los naturalistas y científicos que hicieron directa o indirectamente aportes significativos a la teoría de la evolución, podemos citar a los siguientes.



Carlos Linneo (1707-1778), fue un botánico nacido en Suecia. Fue el primero en utilizar la nomenclatura binominal, es decir el nombre de dos palabras en latín para denominar el género y la especie de los seres vivos. Este sistema prevalece en la actualidad. Linneo era un fijista y desde un inicio se opuso a la idea de la evolución pues afirmaba que las especies habían sido creadas por un ser supremo y no que hubieran aparecido por sí solas.

Otro de los grandes aportes de Linneo fue la división taxonómica, es decir, la clasificación de las especies de acuerdo con ciertas características, lo cual fue planteado en su libro Systema Naturae. Linneo propone dentro de su clasificación a la categoría Antropomorpha, que incluye a los simios y al hombre, ubicados en las divisiones Simia y Homo respectivamente, debido a las evidentes similitudes que encontró entre ambos. Es así que Linneo, a pesar de creer que las especies no sufrían variación alguna, crea sin proponérselo una primera controversia con la religión - y con la comunidad científica contemporánea muy ligada a la Iglesia-  que no aceptaba que los simios y los hombres fueran agrupados en la misma categoría, pues el hombre había sido creado “a imagen y semejanza de Dios”. De esta forma, se inicia la batalla entre ciencia y religión en el campo de la biología.



El primer Darwin en la carrera de la explicación del origen de las especies no fue Charles Darwin sino Erasmus Darwin (1731-1802), su abuelo.  Erasmus fue uno de los primeros científicos en afirmar que la evolución ocurría. Esto fue publicado en un tratado titulado Zoonomía. Sin embargo no pudo aportar pruebas a sus planteamientos. Las pruebas vendrían posteriormente del frente enemigo.

George Cuvier (1769-1832), profesor francés de historia natural, también se manifestó, como Linneo, en contra de las ideas de la evolución. Debido a su profesión, descubrió una gran cantidad de fósiles extintos que reforzaron la idea de la evolución, siendo uno de los padres de la paleontología. Sin embargo, él creó su propia explicación para la existencia de tal variedad de fósiles extintos. En 1796 cuando encontró fósiles de animales muy extraños que ya no existían, lo explicó de la siguiente manera: "Varios cataclismos borraron lo viejo y despejaron la escena para nuevas creaciones". Es decir, afirmó que hubo sucesivas creaciones y que los organismos se mantenían inmutables, hasta que otro cataclismo acababa con toda la vida y se realizaba una nueva creación. A esta propuesta, se la denominó teoría del catastrofismo.



A la teoría del catastrofismo (que se aplicaba tanto a la biología como a la geología) se opondría James Hutton (1726-1796), geólogo escocés que en 1795 había propuesto que era posible explicar las variaciones en los terrenos mirando las variaciones que operan actualmente en la Tierra. Hutton explicaba que el estado su estado actual podía ser el producto de pequeños cambios operados durante miles y miles de años. Es decir, que los cataclismos no eran necesarios para explicar los grandes cambios operados en el planeta. A esta teoría se le denominó gradualismo. La teoría sostiene que los cambios profundos en la Tierra son el producto acumulado de un proceso lento pero continuo.

El geólogo inglés Charles Lyell (1797-1785) amplió la teoría de Hutton, dado lugar a la teoría conocida como uniformismo.  La idea de Lyell era que los procesos geológicos son tan uniformes que sus efectos se terminan balanceando en el tiempo. Por ejemplo, el proceso de crecimiento de las montañas es tan lento que se equilibra con la erosión de las mismas.  Charles Darwin rechazaría esta versión extrema de uniformidad en los procesos geológicos, pero dos conclusiones de las observaciones de Hutton y Lyell influyeron fuertemente en su obra. Primero, si el cambio geológico resulta de acciones lentas y continuas en vez de procesos repentinos, la Tierra debería ser mucho más antigua que los 6000 años calculados por los teólogos en base a inferencias de la Biblia. Segundo, cambios muy lentos, persistentes durante un período largo de tiempo, podían causar un cambio sustancial. El principio del gradualismo fue aplicado por Darwin a la evolución biológica.



A pesar de que al final del siglo XVIII varios naturalistas ya sugerían que la vida había evolucionado junto con la Tierra, sólo un predecesor de Darwin desarrollo un método para tratar de explicar cómo había evolucionado la vida: Jean Baptiste Lamarck (1744-1829), naturalista francés.

Lamarck publicó su teoría de evolución en 1809, el año en que Charles Darwin nació. Lamarck era el encargado de la colección de invertebrados en el  museo de París.  Comparando las actuales especies con los fósiles, Lamarck pudo ver lo que parecía ser una línea de descendencia en orden cronológico que iba desde los fósiles más antiguos hasta las especies actuales; en esta sucesión observó también que existía una tendencia hacia la complejidad, la cual asoció a la búsqueda de perfección. A medida que los organismos se hacían más perfectos, se adaptaban mejor y mejor a sus ambientes. Por ello, Lamarck creyó que la evolución respondía a un sentimiento inherente de los organismos para cubrir sus necesidades.


Lamarck es más recordado por el mecanismo que propuso para explicar cómo las adaptaciones evolucionaban. Él incorporó dos ideas al pensamiento de su época: la primera, la función del órgano, que sostiene que las partes del cuerpo más usadas por un organismo se hacían más largas y más fuertes que las partes que no usaban, las cuales tendían a deteriorarse. A través de ejemplos Lamarck explicó cómo los cuellos de las jirafas se hacían más largos a medida que buscaban alimento en las partes más altas de los árboles. La segunda idea, conocida como heredabilidad de los caracteres adquiridos, que sostiene que las modificaciones adquiridas en el proceso de adaptación por los organismos, eran heredadas a su descendencia. Es decir que una jirafa con el cuello alargado podía transmitir cuellos más largos a la siguiente generación, y así estos cambios graduales se harían más notables en las generaciones posteriores. A pesar de que estas ideas estaban erradas y fueron posteriormente ridiculizadas, Lamarck merece el crédito de haber creado una teoría visionaria en muchos aspectos: a) situar a la evolución como la mejor explicación para el registro fósil y para la actual diversidad de especies, b) su énfasis en la antigüedad de la Tierra y c) su hincapié en la adaptación al ambiente como factor clave en la evolución.

Es importante destacar también, en este punto, los aportes de Étienne Geoffroy Saint-Hilaire (1772-1844), naturalista francés, quien no solo se basa en la paleontología para desarrollar su modelo evolutivo, sino que además incluye el análisis del desarrollo embrionario. Saint-Hilaire elaboró una teoría sobre la evolución de los organismos sustentada en la teratología (estudio de los cambios anormales en las especies, posteriormente conocidos como mutaciones) como causa general de los cambios que manifiestan los fósiles.



A inicios del siglo XIX, varios autores plantearon la existencia de una correlación entre desarrollo embrionario y evolutivo. La idea de recapitulación, es decir, la repetición de los desarrollos evolutivos en el desarrollo embrionario, fue sostenida por autores como Treviranus, Serres, Oken, Tiedemamm y Merck. La teoría evolutiva de Saint-Hilaire considera el desarrollo embrionario como la fase donde acontecen los cambios responsables de la aparición de nuevos fenotipos. Para Saint-Hilaire los animales regulares y “monstruos” representan sólo diferentes grados en la evolución, debido a cambios ocurridos durante la organogénesis (cambios que permiten que las capas embrionarias se transformen en órganos). La existencia de animales con características anormales representaban, para él, una prueba empírica tanto del potencial transformista de los seres vivos como de la posibilidad real de que una especie sea sustituida por otra distinta.

El Origen de las Especies ocasionó un cambio radical en la forma científica de ver al mundo y tuvo un profundo impacto en la cultura occidental. Una obra de esta magnitud no hubiera podido ser el  producto del trabajo de un solo hombre. Darwin supo fortalecer su teoría con los avances de otros científicos, no solo del área de la biología y no solo de su tendencia.

* Empédocles reconoció por primera vez el hecho de una sucesión de formas orgánicas. Así mismo Aristóteles postuló la teoría ortogenética del ordenamiento de los seres vivos, que plantea que la vida tiene una fuerza interna que la hace evolucionar en una dirección fija.

sábado, 22 de octubre de 2011

Galileo Galilei


Puede considerarse a Galileo como el fundador de la astronomía moderna. Además de sus extraordinarios resultados como físico y astrónomo, la importancia de Galileo está precisamente en haber creado una mentalidad científica nueva, cuyas bases son aún las nuestras. Por estos motivos, puede considerarse a Galileo como el fundador de la ciencia moderna, basada en la observación de los hechos, la realización de experimentos y la formulación de teorías explicatorias. En la historia de la cultura, Galileo se ha convertido en el símbolo de la lucha contra la autoridad y de la libertad en la investigación.

Galileo Galilei nació en 1564 y murió en 1642, el año en que nació Newton. Su padre, Vicento Galilei, que pertenecía a la baja nobleza, era un hombre de notable cultura, conocido por sus considerables logros como compositor y tratadista de música, así como por su desprecio hacia la autoridad y sus tendencias radicales.




El contraste entre la infancia de Galileo y la de sus contemporáneos salta a la vista. Copérnico, Brahe y Kepler nunca se separaron por completo del pensamiento y la cultura impuestas por la Edad Media. Galileo fue un intelectual de segunda generación; en siglo XIX, hubiese sido el hijo socialista de un padre liberal.

Sus primero retratos muestran a un joven rebelde, con rasgos más bien ordinarios, gruesa nariz y altiva mirada. Se educó en la excelente escuela jesuítica del monasterio de Vallombrosa, cerca de Florencia, pero su padre deseaba que fuese mercader y lo llevó a su casa de Pisa. Luego reconociendo sus innegables dotes, cambió de opinión y a los diecisiete años lo mandó a estudiar a la universidad local para que estudiara medicina. Como los costos eran elevados, intentó conseguir una beca para Galileo. Galileo no pudo conseguir la beca y se vio obligado a abandonar la universidad sin graduarse. En su segundo curso universitario ya había hecho el descubrimiento de que un péndulo de una longitud dada oscila a una frecuencia constante, con independencia de su amplitud.

De vuelta a su casa prosiguió sus estudios, principalmente de mecánica aplicada, materia que lo atraía cada vez más, y perfeccionó su destreza para construir instrumentos y artilugios mecánicos. Uno de estos inventos, una balanza hidrostática, llamó la atención al marqués Guidobaldo del Monte, que lo recomendó al cardenal Del Monte, el cual a su vez lo recomendó a Fernando de Medici, duque de Toscana; como resultado de todo ello nombraron a Galileo catedrático de Matemáticas de la Universidad de Pisa, cuatro años después de que la misma universidad le negara una beca. Así a la edad de 25 años comenzó su carrera académica. Tres años después, en 1592, lo desginaban para ocupar la cátedra de matemáticas de la famosa Universidad de Padua, de nuevo gracias a la intervención de sus protector, Del Monte.



Galileo permaneció en Padua durante 18 años, los más fructíferos de su vida. Allí sentó las bases de la moderna dinámica, la ciencia de los cuerpos en movimiento. Pero no publicó los resultados de sus investigaciones hasta casi el final de su vida. Hasta la edad de cuarenta y seis años, cuando se publicó su libro Siderus Nuncios (el Mensajero de las Estrellas), Galileo no había publicado ninguna obra científica. Su creciente fama en este período, antes de los descubrimientos que hizo con el telescopio, se debía, por una parte, a sus tratados y conferencias que circulaban en manuscritos; por otra a sus inventos mecánicos. Pero sus descubrimientos verdaderamente importantes - como la ley de caída libre y de la trayectoria parabólica de los proyectiles - y sus ideas sobre cosmología los guardó celosamente para sí y para sus corresponsales particulares. Entre estos se hallaba Johannes Kepler, cuyo primer contacto ocurrió en 1597.

Galileo realizó notables aportaciones científicas en el campo de la física, que pusieron en entredicho teorías consideradas verdaderas durante siglos. Así, por ejemplo, demostró la falsedad del postulado aristotélico que afirmaba que la aceleración de la caída de los cuerpos -en caída libre- era proporcional a su peso, y conjeturó que, en el vacío, todos los cuerpos caerían con igual velocidad. Para ello hizo deslizar esferas cuesta abajo por la superficie lisa de planos inclinados con distinto ángulo de inclinación (y no fue con el lanzamiento de cuerpos de distinto peso, desde la torre inclinada de Pisa, como se había creído durante mucho tiempo).

Si bien Galileo no inventó el telescopio, lo perfeccionó y fue el primero que acertó en extraer un provecho científico del aparato. Los telescopios de la época solo tenían una capacidad de aumento de 6 veces, mientras que el último telescopio fabricado por Galileo tenía un aumento de 60 veces.

Con el telescopio Galileo hizo cuatro descubrimientos importantes en el campo de la astronomía. Cuatro descubrimientos que rompieron con los modelos hasta entonces conocidos y confirmaron empíricamente la teoría heliocéntrica de Copérnico.

1. El descubrimiento de cráteres y montañas en la Luna, que se oponía a las tesis aristotélicas tradicionales acerca de la perfección del mundo celeste, que exigían la completa esfericidad de los astros.

2. El descubrimiento de las fases de Venus semejantes a las fases de la Luna, lo que demostraba de forma empírica la teoría de Copérnico, ya que este fenómeno no podía ser explicado bajo el modelo de Ptolomeo.

3. El descubrimiento de cuatro “estrellitas” (satélites) que acompañan a Júpiter, que contradecía el principio que la tierra era el centro de todos los movimientos del cielo.

4. El descubrimiento del giro del Sol, por medio de la observación de las manchas que atraviesan el disco solar, que también habían sido descubiertas por otros estudiosos casi al mismo tiempo.



Parte de estos descubrimientos salen a la luz en el Siderus Nuncios, publicado en marzo de de 1610. Sus descubrimientos con el telescopio cayeron como una bomba sobre el escenario del mundo de los sabios. Algo que también sorprendió fue su fácil lectura, que podía leerse en tan solo una hora (tenía 24 hojas) y su efecto era como el de un golpe para quien había crecido con la visión tradicional del universo limitado.

Debido a sus publicaciones Galileo se fue ganando ataques de adversarios académicos y se comenzaron a manifestar las primeras muestras de que sus opiniones podían tener consecuencias conflictivas con la autoridad eclesiástica. La postura adoptada por Galileo fue la de defender que, aun admitiendo que no podía existir contradicción entre las Sagradas Escrituras y la ciencia, era preciso establecer la absoluta independencia entre la fe católica y los hechos científicos. Ahora bien, como hizo notar el cardenal Bellarmino, no podía decirse que se dispusiera de una prueba científica concluyente en favor del movimiento de la Tierra, el cual, por otra parte, estaba en contradicción con las enseñanzas bíblicas; en consecuencia, no cabía sino entender el sistema copernicano como hipotético. En este sentido, el Santo Oficio condenó el 23 de febrero de 1616 al sistema copernicano como «falso y opuesto a las Sagradas Escrituras», y Galileo recibió la admonición de no enseñar públicamente las teorías de Copérnico.

En 1618 se vio envuelto en una nuevas polémicas a propósito de la naturaleza de los cometas, que dio como resultado un texto en 1623, Il Saggiatore, rico en reflexiones acerca de la naturaleza de la ciencia y el método científico, que contiene su famosa idea de que «el Libro de la Naturaleza está escrito en lenguaje matemático». La obra, editada por la Accademia dei Lincei, venía dedicada por ésta al nuevo papa Urbano VIII, es decir, el cardenal Maffeo Barberini, cuya elección como pontífice llenó de júbilo al mundo culto en general y, en particular, a Galileo, a quien el cardenal había ya mostrado su afecto.

La nueva situación animó a Galileo a redactar la gran obra de exposición de la cosmología copernicana que ya había anunciado en 1610: el Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, tolemaico e copernicano; en ella, los puntos de vista aristotélicos defendidos por Simplicio se confrontaban con los de la nueva astronomía abogados por Salviati, en forma de diálogo moderado por la bona mens de Sagredo. Aunque la obra fracasó en su intento de estar a la altura de las exigencias expresadas por Bellarmino, ya que aportaba como prueba del movimiento de la Tierra una explicación falsa de las mareas, la inferioridad de Simplicio ante Salviati era tan manifiesta que el Santo Oficio no dudó en abrirle un proceso a Galileo, pese a que éste había conseguido un imprimatur para publicar el libro en 1632. Iniciado el 12 de abril de 1633, el proceso terminó con la condena a prisión perpetua, pese a la renuncia de Galileo a defenderse y a su retractación formal. La pena fue suavizada al permitírsele que la cumpliera en su quinta de Arcetri, cercana al convento donde en 1616 y con el nombre de sor Maria Celeste había ingresado su hija más querida, Virginia, también investigadora en astronomía, que fallecería luego en 1634.



En su retiro, donde a la aflicción moral se sumaron las del artritismo y la ceguera, Galileo consiguió completar la última y más importante de sus obras: los Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno à due nueve scienze, publicado en Leiden por Luis Elzevir en 1638.

En la madrugada del 8 al 9 de enero de 1642, Galileo falleció en Arcetri confortado por dos de sus discípulos, Vincenzo Viviani y Evangelista Torricelli, a los cuales se les había permitido convivir con él los últimos años.

La revolución científica no solo produjo descubrimientos, sino una nueva actitud hacia la vida, un nuevo clima filosófico. Y en ese nuevo clima, las personalidades y creencias de quienes lo iniciaron tuvieron una influencia perdurable. De estas influencias, las más importantes, en sus diferentes campos, fueron Galileo y Descartes. Galileo proporcionó a las leyes de Kepler el complemento indispensable para el universo de Newton: "Si he sido capaz de ver mas lejos - dijo Newton – fue porque me subí a hombros de gigantes"; los gigantes eran, Kepler, Galileo y Descartes.

Bibliografía


Koestler, Arthur: Los Sonámbulos Tomo II, Biblioteca Científica Salvat, Salvat Editores S.A., Barcelona, 1986.
Revista National Geographic en Español Edición Especial del Espacio 2005.

jueves, 13 de octubre de 2011

Nicolás Copérnico


Durante más de mil años la astronomía estuvo estancada debido a la concepción errónea de Ptolomeo, quien en el siglo II de nuestro era afirmaba que la Tierra se encontraba en el centro del Universo. Al querer explicar los fenómenos de la naturaleza, muchos astrónomos posteriores crearon complejas teorías que involucraban epiciclos, deferentes, órbitas ovoides, etc.; todo ello para no romper con la teoría geocéntrica. Fue recién en el 1543, año en que se publica el Libro de las revoluciones de los cuerpos celestes, escrito por Copérnico, que reaparece una teoría que, además de simplificar mucho la astronomía, rompe de manera revolucionaria con la concepción del Universo, marcando así el inicio de la astronomía moderna y una nueva época en la historia de la ciencia.

Niklas Koppernigk, de nombre latino Nicolaus Copernicus, nació en 1473 en Torún, junto al río Vístula, en Polonia. Proveniente de una familia acomodada, que poseía un negocio de cobre (de donde probablemente se deriva su apellido), Nicolás Copérnico pierde a sus padres a temprana edad, quedando bajo la tutela de su tío Lucas Watzelrode, quien pronto se convertiría en obispo. Esto resulta ser un acontecimiento decisivo en su vida.




Gracias al apoyo del su tío Lucas, que se convierte en su protector y mecenas, Copérnico va a estudiar a la Universidad de Cracovia, sin embargó no se graduó, debido a que en 1495 tuvo que regresar Torún: un canónigo en la ciudad de Frauenburg estaba agonizando y su tío, el obispo Lucas, sentía que podía asegurarle una prebenda, ya que su situación económica había caído notablemente. Sin embargo esta canonjía recién le llegaría dos años más tarde, tras lo cual Copérnico inmediatamente solicita ausentarse para continuar con sus estudios. En los siguientes diez años el joven canónigo estudió en las reconocidas universidades de Bolonia y Padua, cursando estudios de filosofía, leyes, matemáticas, medicina, astronomía y griego, de acuerdo a los ideales del renacimiento del hombre universal; pero solo obtuvo un doctorado en Derecho Canónico.




Luego de acabados sus estudios, Copérnico continuó con una licencia de su canonjía, debido a que pasó a ser secretario y médico de su tío Lucas, quien muere de repente en 1512. Después de la muerte de su tío, Copérnico asume definitivamente sus obligaciones de canónigo en la catedral de Frauenburg. Durante este tiempo asumió responsabilidades administrativas no muy exigentes, por lo que disponía de mucho tiempo libre. En Frauenburg, Copérnico residía en una torre frente a un lago, lo que le permitía una muy buena visibilidad del cielo. Es así que con instrumentos burdos realiza observaciones astronómicas, es en estos primeros años que Copérnico empieza su obra, completando en 1530 el manuscrito del Libro de las revoluciones de los cuerpos celestes, el cual sostenía la inmovilidad del Sol al centro del Universo y la rotación de los demás planetas alrededor de él y sobre sus propios ejes. Posteriormente a la escritura del manuscrito, Copérnico se dedicó sin éxito a tratar de demostrar su teoría con la experiencia. Fue su discípulo Rethicus, quien encargó la impresión de la obra copernicana, pero fue recién en 1543 que su libro salió publicado. Copérnico solo tuvo algunas horas para revisarlo antes de su muerte, producto de una hemorragia cerebral.

Si bien la posición verdadera de Copérnico sobre su propia obra aún no resulta completamente clara, aparentemente habría retardado la publicación de su obra por temor a posibles represalias. Sin embargo, fue sobre la nueva física de su obra que Galileo probó la teoría heliocéntrica, marcando un hito en el desarrollo de la ciencia.


Bibliografía

National Geographic en Español, Edición especial del 2003: El Espacio, viaje del siglo.

Enciclopedia Universal. (2009). Madrid: Editorial Salvat.

Koestler, Arthur. (1986). Los Sonámbulos (I): El origen y desarrollo de la cosmología. Barcelona: Salvat Editores.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El profesor que revolucionó la productividad en China.


La historia de la revolución en la productividad china arranca con el insólito relato de la vida de Gavriel Salvendy, un estadounidense de origen húngaro-israelí que no terminó el bachillerato. Como creció en una familia judía, durante la ocupación nazi tuvo que esconderse en una pila de heno para salvarse de la deportación. Luego de que su familia abandonara Europa, se convirtió en un campeón israelí de levantamiento de pesas. Ahora con 72 años, 120 kilos de peso y 1,82 metros de altura, todavía es imponente.


Durante los últimos 9 años, Salvendy ha dirigido el departamento de ingeniería industrial de la universidad de Tsinghua en Beijing. Allí juega un papel incongruente, un rebelde en una sociedad jerárquica y generalmente conformista. Con todo, él y su equipo han ayudado a impulsar la productividad de algunas fábricas chinas en hasta 20% al año.


El camino que recorrió Salvendy desde sus días como levantador de pesas a la academia está repleto de giros sorprendentes. En su juventud, aceptó un empleo en una fábrica de Londres y descubrió un talento natural para reorganizar sistemas de producción. Un profesor británico de ingeniería escuchó hablar de este genio sin educación formal y lo inscribió en la Universidad de Birmingham. Ahí, Salvendy se graduó con una maestría y un doctorado. En 1968 recibió una oferta para trabajar en EE.UU.


Para 2001, Salvendy era una eminencia de la ingeniería industrial, conocido por más de 200 publicaciones en revistas especializadas. A sus 60 años, el profesor parecía establecido. Pero entonces le llegó una oferta de Tsinghua y no se pudo resistir.


Tsinghua es la universidad científica más importante de China. Hace una década, decidió expandir su veintena de departamentos con un nuevo centro de ingeniería industrial, la disciplina que estudia cómo combinar efectivamente máquinas y trabajadores. Las fábricas chinas se limitaban a producir.


Tsinghua le pidió a Salvendy que encabezara el nuevo departamento, una invitación que supuso una pequeña revolución por sí misma. Hasta ahora, ningún extranjero había liderado un departamento de Tsinghua.





Salvendy aceptó y así fue cómo arrancó la revolución. Los docentes chinos estaban acostumbrados a la jerarquía, pero Salvendy insistió en la informalidad. Quería que los profesores publicaran artículos en las mejores revistas especializadas estadounidenses así que comenzaron a escribir y enseñar en inglés. Rápidamente construyó un departamento de 25 profesores, la mayoría de ellos con doctorados de Estados Unidos.


Las autoridades del país estaban ansiosas por alentar a su cuerpo estudiantil excesivamente conformista a que fuera más imaginativo. Parecía que los métodos de enseñanza de Salvendy, basados en la discusión, estaban diseñados para el pensamiento lateral. El Ministerio de Educación le dijo que si Tsinghua llegaba a mostrar resultados, su enfoque sería adoptado por otras universidades.


En 2009, un equipo de Tsinghua llegó a Hua Jian, una fábrica de zapatos en problemas en la provincia de Guangdong, centro de cientos de fábricas de bajos costos que dependían de la mano de obra barata, y se encontró un paraíso para cualquier ingeniero industrial: líneas de ensamblaje tan disfuncionales que generar sorprendentes ganancias de productividad era fácil.


En pocos meses, la delegación de Tsinghua incrementó la productividad de Hua Jian en 20%. En Occidente, avances de esa escala son casi inimaginables. Luego, los ingenieros concibieron un nuevo reto: replantearse las ideas tradicionales sobre las líneas de producción y combinarlas con las que fueron incubadas en las fábricas estadounidenses en los años 50 y 60.


Los logros de Salvendy en Tsinghua sugieren que China se acercará cada vez más a su potencial de productividad. Su departamento ha preparado a más de 1.500 gerentes chinos en sus programas de capacitación para ejecutivos y hay miles más en incubación en los más de 200 programas que han aparecido en el país imitando a Tsinghua. Tarde o temprano, los líderes mundiales tendrán que abrir los ojos a esta revolución, porque su impacto en el flujo de bienes y capital será global.


Sebastian Mallaby


Director del Centro Maurice R. Greenberg para Estudios Geoeconómicos en el Consejo de Relaciones Exteriores de EE.UU.





Tomado del diario El Comercio, 10/11/2010